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Mostrando entradas de junio, 2018

Día de suerte

-          Lupita, te digo que sí se puede ganar el Black Jack -          Pero son como doscientas cartas -          Son cuatrocientas -          Ahí está, como puedes ganar? -          Solamente tienes que esperar los tréboles, primero sale el siete, de ahí sale el as, después la sota, el caballo y al último el rey. Yo ya vi que siempre salen en ese orden -          No te creo, pero no niego que me divierte la idea. Oye y el patrón? -          Ya no tarda en llegar. Ambos estaban sentados en la banqueta, cuando por la calle se aproximó una camioneta de carga, llego, se estaciono y de ahí bajo el patrón de Sergio, el dueño del taller mecánico. Sergio, el mecánico se aproximó a él, el patrón le dio las llaves y le dio instrucciones, Sergio asintió con la cabeza y se dirigió a abrir el taller. Lupita, la secretaria, recogió las llaves y se pasó directo a la oficina del taller. Sergio tenia treinta y dos años. Separado de su mujer y con una pequeña niña, a quien no veí

Peñarol contra el Atlético

Señor ¿Está usted buscando el estadio del Atlético? Pues aquí es señor, está usted parado enfrente de él, de hecho estas barras de metal son las que conducen a la taquilla, ahí donde ve usted esa fila de soldados, y más allá donde ve esos dos tanques estacionados era la entrada al estadio. Ahora mismo yo le debería pedir que se retire, esto es una zona militarizada que debe permanecer cerrada, pero pues hay un caos, la gente corre de aquí para allá a sus casas, salen un rato a comprar víveres, esperando que los guardias no los detengan, y nosotros aquí cuidando el estadio con tanques y un regimiento de a pie y motorizado. ¿Es usted argentino?, ¿uruguayo? Bueno pues no se lo diga a nadie, aquí nadie quiere mucho a los uruguayos amigo, ¿le gusta el futbol?, bueno eso tampoco lo diga, digamos que ahora no sería el momento indicado, Fuma, tome uno, ¿fuego?, bueno, pues le decía que si es usted uruguayo no se lo diga a nadie, aquí están deteniendo a todo mundo, uruguayos, obreros, est

La contractura

Desperté contractado, de inmediato cuando me quise incorporar sentí mi cuello tenso y un dolor punzante me hizo caer nuevamente de cabeza en la almohada. Un musculo contracturado es un musculo haciendo fuerza por contraerse aun cuando no hay nada que lo contraiga, así con esa fuerza, pues es imposible que no sienta dolor, imagínense, estar haciendo fuerza por tanto tiempo. Como pude me incorpore, me sujete de la pared para poder caminar y, aunque quise ponerme una playera, desistí del hecho por el dolor en mi cuello. Me dirigí a las escaleras, al piso de abajo y de ahí a la cocina, puse una olla con agua a calentar y busque un trapo, encontré uno de cocina y decidí usarlo. Mientras el agua se calentaba me dirigí al baño y busque entre las medicinas, había penicilina sin caducidad, aspirina, paracetamol, un frasco de pepto bismol, ranitidina, pasta de dientes. Pero nada para una contractura, no un parche león, una pomada, nada. Regrese a la cocina, el agua ya hervía, l

Le falta un veinte

Entonces de ahí viene la frase no le cae el veinte, que es que no entiende la idea, o le falta un veinte, que es que no tiene la capacidad de entender algo. Pues estos teléfonos públicos, que eran unas cabinas de plástico transparente y sujeto a un poste de metal, con una alcancía que recibía las monedas y una bocina con un audífono que permitía escuchar y hablar a la vez, eran activados por una moneda de veinte centavos. La moneda se colocaba a la entrada de la alcancía, enseguida se marcaba el número de teléfono, y si había suerte y se contestaba la llamada, entonces el teléfono se tragaba el veinte y dejaba hablar por espacio de tres minutos. Entonces de ahí salen estas frases, que si se traga el veinte, que es que nomás se comió la moneda, pero no dio llamada. Que si no le cae el veinte, que es que no sirve, o que si le falta un veinte, es que para funcionar, para servir, ocupa un veinte. Todas estas frases se aplican al teléfono, y a las personas también. Bueno pues para p