Cordelia
Desperté.
Estaba en mi habitación. Me pregunté que me había despertado. La causa de todo
eran unos ruidos. Tocaban a la puerta. Bajé las escaleras. ¿Quién es?, pregunte
con temor. Nadie contestó. Decidí regresar a mi habitación. Soy yo. Era un
timbre de voz bastante familiar. ¿Eres Cordelia? Pregunté tímido. Sí, soy yo. Abrí
la puerta. Pasa, pasa. En su mano traía una sombrilla. Toma asiento, le dije.
Ella guardó su sombrilla y se sentó en un sillón. Enfrente en una mesa estaba una
caja de música china. Ella la miró.
- Es bonita.
- Es china le comente.
- ¿Y sirve?
- Por supuesto
Entonces fui donde la pequeña caja. La
abrí. Le di cuerda, Gire la perilla y la solté. Se empezó a escuchar la música.
- Oh –dijo- ¿Acaso es?
- Sí, es balada para Adelina.
- Hermoso
- Lo es.
La música se detuvo, Ella miro la
caja.
- Cordelia, quiero regalarte esta caja
- ¿Porque no la conservas?
- No podría,
- ¿Quién te lo pide?
- Nadie comanda lo que deseo.
- ¿Nadie?
- Solo tú recuerdo.
- Entonces la acepto.
Fui
a la vitrina y saque de ahí unos pliegos de papel de china. Tomé la caja de
música y la envolví con cuidado. Simulaba una envoltura de regalo en blanco y
dorado. Qué bonita dijo ella. Miro la luz por la ventana.
- ¿Qué hora es?
- Amanece.
- Debo irme.
- ¿Volverás?
- Quizá.
Tomo
la caja y la guardo. Saco su sombrilla. Me levanté. Ella llevaba prisa y no alcancé
a abrirle la puerta. Sin esperar pasó por entre la pared. Hasta pronto, atiné a
decir. Ella se perdió entre las pared con la caja de música en sus manos. Hasta
luego, dijo el fantasma de Cordelia.
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